¡Ya casi no quedaba provincia! La Todolella fue el 2º destino de la 2ª semana más festiva del año. Y, una vez más, acudimos con la obra «Tres forasters de Madrid» que, en esta ocasión, no suponía el estreno de ningún actor/actriz. Hasta allí se desplazaron, además de Roberto quien manejó con maestría música y luces, Luis quien se encargó de ayudar de manera decisiva en el montaje y Verónica multiusos como maquilladora, peluquera y reportera gráfica… Vicent, M.Carmen, Sheila, Daniel, Ximo por la parte «local» y Susana, Keles, Juanan y Julio por la «visitante» hablando en términos futbolísticos.
Un público respetuoso llenaba el local multifuncional en el que estaba teniendo lugar una comida para la tercera edad a la hora del montaje. El final de dicha comida, que acabó con el saludo de los cocineros, fue muy aplaudido y podemos dar fe de la bondad de lo allí servido pues ¡fue lo que también comimos nosotros (gracias a la amabilidad de la organización) pues la logística en esta ocasión estaba complicada al estar tan lejos la localidad y haber tenido que ponernos en marcha al final de la mañana!
El montaje también tenía su aquel pues aunque es cierto que al no ser demasiado grande el escenario y al estar resguardado de vientos prometía… también es cierto que el suelo era de hormigón (nada «clavable»), de un altura considerable (por tema luces) y sin posiblidades de romper la 4ª pared. No obstante se recurrió al anclaje minimalista que fue todo un acierto a la hora de desmontar y acabamos a muy buena hora lo que permitió acudir al bar contiguo pero sólo acudir (no consumir) porque la velocidad de servicio del local estaba pareja al sprint del caracol de monte. Y desistimos.
En lo estrictamente artístico fue una representación correcta ante un público no demasiado acostumbrado al tardeo teatral que, no obstante, rió las ocurrencias e histrionismos más evidentes. ¡Tanto es así que Vicent (como «Chesinto» en la obra) tuvo que salir a hacerse una fotografía con un nutrido grupo de followers que reclamó con insistencia ese recuerdo! Para la anécdota también el exceso de celo de Susana quien, momentos antes de empezar, recogió todos los relojes que se encontraban encima de la mesa camilla (y hasta comentó la hazaña que había realizado para evitar su pérdida o quéséyó)… hasta que fue informada que aquellos relojes formaban parte del «trabajo de Chesinto», uno de los protagonistas a la sazón relojero.
El horario impidió la siempre deseable cena de hermandad no obstante lo cual abandonamos La Todolella con el buen sabor de boca del trabajo bien hecho (además del de la «comida de asilo» que nos permitió aguantar el tirón) y 250 kilómetros de experiencia compartida.
VISCA EL CRESOL
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