En el salón de actos de la Caixa Rural de la localidad tuvimos el honor y gusto de representar este sainete de probado éxito popular si bien es cierto que, en esta ocasión, la antelación con la que se programó, la avanzada hora de la función (22h) y la coincidencia con la fiesta de fin de curso del colegio de la localidad, hicieron que la afluencia de público fuera contenida. No obstante el resultado fue el mismo pues el acertado libreto y la interiorización de los personajes por parte de los actores hacen que este sainete se enriquezca actuación a actuación.

Y si bien la representación fue (valga la expresión) sobre ruedas, más complicado estuvo todo el proceso previo. Empezando porque, dada la proximidad y la hora de representación, casi cada uno llegó desde un lugar y una hora diferentes lo que, añadido a la enorme confluencia de vehículos por el acto escolar que impedía el aparcamiento y la especial ubicación de la sala (un 2º piso con acceso exclusivo desde la puerta principal del edificio preparado también para bar, comedor y salones sociales) convirtió en una simpática gymkana el encuentro de todos en el sitio y a la hora.

La anécdota del montaje tuvo un nombre propio: el bueno de Ximo que, prematuramente imbuido del espíritu interpretativo que posteriormente tenía que poner en práctica, protagonizó él sólo una escena de teatro del absurdo / ciencia ficción e intentó, involuntariamente, trasladarla al resto de compañeros. Todo sucedió como consecuencia de estar en ese 2º piso y en la utilización de un ascensor que, no sólo no respondía con demasiada disciplina mecánica a las órdenes que se le daban sino que, además, parecía tener vida propia a la hora de cerrar y abrir sus puertas. En ello estaba Ximo (carga que te cargarás atrezzo en la cabina) cuando, como si de una comedia fantástica se tratara, ese ascensor se transformó para él (insisto: sólo para él) en una especie de «Portal Dimensional» que, en lugar de transportarle al 2º piso le llevó al 3º, lugar donde nuestro amigo, ni corto ni perezoso, descargó todo su cargamento artístico (para mayor confusión general) y, no obstante, al volver a teletransportarse en su «nave» y encontrarse con el resto de cresolers, les recriminaba, desde su Ximolandia particular, el encontrarse (ellos) en el piso equivocado y no estar haciendo correctamente el transporte de atrezzo y demás. El descubrimiento de esa dimensión paralela fue motivo de burlas sanas varias!!!

Y por fin, antes de la actuación y a la hora de la cena todo volvió a la normalidad. Aunque faltaban todavía algunos actores los que allí estaban disfrutaron de una segunda «visión divina» en este caso gastronómica pues el postre local denominado «Gracia» tuvo la (valga la redundancia) gracia infinita de aplacar todo nerviosismo trocándolo en una especie de nirvana gastronómico que ríase usted de Janeiro y sus garotas!

La Vilavella, un nuevo hito más en el bagaje creativo-convivencial de EL CRESOL

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