El Teatre Municipal Mónaco de Onda fue el escenario que en esta ocasión acogió a EL CRESOL y en el que se vivió otra de sus actuaciones con éxito de público. En esta ocasión las obras en cartel suponían un reencuentro con un clásico del sainet valencià «Nelo Bacora» y las aventuras del nada peligroso matón «Matasiete Espantaocho».
Pero las actuaciones de Onda no se entienden sin los «previos» y es que el vínculo de varios de los componentes con esta localidad, unido a su excepcional y generoso carácter (gracias, Vicent, director, por hacernos de anfitrión un año más) hacen que la actuación no se quede sólo en ello, sino que sea una experiencia vivencial que empieza a primera hora de la mañana (con la preparación del fuego y las brasas que ustedes dirán «para qué») continúe a mediodía con la comida, aquí estaba el «para qué» (con la degustación de los productos de esa barbacoa que sin duda está tocada por la mano de dos o tres dioses, ¡qué digo, docenas de ellos!) y acaba con esa representación en la que los actores y actrices del CRESOL lo dan todo y rezuman por sus poros no solo arte y sudor propio del esfuerzo representativo/creativo sino también efluvios propios del festín del que no pocas horas antes han dado buena cuenta. ¡Para cuándo ese sesudo estudio sobre los beneficios artísticos de la carn torrà i embotits amb pá i allioli!.
Sea como fuere la de Onda es siempre una actuación para el recuerdo y para recordar, valga la redundante redundancia (parece que el allioli sigue en activo y repitiendo 24 horas después) la participación sobre el escenario de Juanan, Vicent, por partida doble ambos, M.Carmen, Jose, Mar, Ana Belén,Manu, Roberto, Sheila, Daniel, Lola, José Luis, Pepe y Julio. Todos ellos arropados por un buen número de cresolers que, en bastidores o desde las butacas acompañaron y nos apoyaron. Cabe resaltar las participaciones de tres clásicos hábilmente «repescados» para la ocasión como Roberto, Lola y Pepe (¡qué grandes los 3, enormes!) y actuación estelar aún en un breve papel de un Manu que parece haber encontrado una vis cómica inesperada, ¡bravo por él!.
Para acabar comentar la dificultad del sobredimensionado montaje, por exigencias del gran espacio disponible y el juego de telones existente, mérito del cual recae sobre el capaz «capataz» José Luis Risueño que a su pericia suma la bondad que le hace a su apellido en cada momento incluyendo los más peliagudos. ¡Bravo por él!
Nuevamente disfrutamos, hicimos disfrutar y crecimos como artistas y como personas.
Vixca EL CRESOL (y, hoy también, «la caseta» y sus anfitriones).
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